lunes, 12 de mayo de 2014

(12/05/14)
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Luis Antonio Vidal

Núñez, Graco y el espejo retrovisor
Ocurrió la tarde del 24 de octubre del 2012 en un hotel de Santa Fe, al poniente de la Ciudad de México.

Enrique Peña Nieto, entonces Presidente electo de México, se reunió en privado con gobernadores de militancia perredista.

Asistieron Ángel Aguirre, de Guerrero; Graco Ramírez, de Morelos; Gabino Cué, de Oaxaca; y los mandatarios electos del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera; y de Tabasco, Arturo Núñez.

Cada quien habló de los problemas particulares de sus entidades. Tres horas de charla, quejas, proyectos.

Trascendió una anécdota chusca, pero aleccionadora.

Graco soltó metralla con singular preocupación y enfado:
“El gobernador de Morelos está coludido con los narcos, es un estado fallido… el crimen organizado ha penetrado con la complacencia del gobierno…”, dijo palabras más, palabras menos, al tiempo de exponer la radiografía de una entidad en ruinas.

Quien estaba a su lado, tocó su codo derecho y le dijo en voz baja:
“Graco, el gobernador de Morelos eres tú”.

Entonces, el tabasqueño de nacimiento rectificó su palabrería para cambiar los verbos, de presente a pretérito, sin evitar las carcajadas de los asistentes.

Veinticuatro días antes, Graco había asumido la gubernatura de Morelos. No había cambiado el chip de su discurso.  
Calza la anécdota a la perfección para aquellos políticos de carrera, quienes desde la oposición logran asaltar el poder, se enredan y culpan a su antecesor de todos sus males, patología particularmente transmisible en gobiernos emergentes.

Achacar a otros la incompetencia propia es sintomático en quienes desean trascender con mediocridad.

A casi año y medio de distancia de aquel día cuando Arturo Núñez tomó protesta como gobernador de Tabasco, la historia con Graco se asemeja.
Conduce el gobierno mirando por el espejo retrovisor. Se da poco tiempo para ver el camino.

Por ello no atiende el implacable juicio popular, desfavorable a su administración.

No hay decisiones importantes. Ni cambios trascendentes.

Muchos fallan en su gabinete cuyo Síndrome CUAP (acrónimo de la Curva de Aprendizaje) es realmente progresivo e incurable. Él lo sabe.

La policía no cuida a nadie, los maestros no educan, los hospitales se derrumban, el campo agoniza, no hay empleo, Pemex chupa las entrañas sin repartir riqueza, la CFE embroca a los ciudadanos cada dos meses.

No son augurios como los de Juan en la isla de Patmos.

Es percepción social, es realidad.

Todo esto pasa y el gobierno justifica la inoperancia con cuatro palabras: aguántense, porque nos saquearon.

No imagino a Núñez en su intento de ser gobernador de Tabasco solo por un vanidoso interés de registrar su nombre en la historia.

No imagino sea por presumir esta preciada corona a Humberto Mayans, Juan José Rodríguez Prats o Chelalo Beltrán.  

Menos aún, sea por conservar vigencia en la política nacional, en la corte de notables llamados gobernadores cuya investidura otorga pedigrí entre los poderosos de este país.

Alguien debiera decirle al oído, al igual que hicieron con Graco: el gobernador de Tabasco ya eres tú.

Que mire más el camino y menos el espejo retrovisor.

Basura
Aplaudidores de Andrés Granier integran innumerables comisiones de aduladores que con singular vehemencia hoy veneran a Núñez.

Son los mismos.

Repiten escenografía para ver el tamaño de la raja económica a recibir. Lo hacen con priístas, panistas, perredistas y todos aquellos dispuestos a hacer negocios con ellos.

Ejemplo de esta hipocresía es el reconocimiento recién otorgado por la Cámara de la Industria de la Construcción al gobernador.

No dignifica este galardón el ejercicio del gobierno. Es vil argucia para pedir chamba y abrir la puerta a negocios inconfesables, vaya, al reparto discrecional de las obras para decirlo con todas sus letras.

Indigno es, en pocas palabras, ese papel o metal, pues poco o nada se ha hecho para merecerlo.

Quien lo recibe, pues, bienvenido, al fin y al cabo un adorno más a la oficina y a ver quién se tragó el cuento.

Para el pueblo es sólo basura, burdo intento de engaño.

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