(28/09/15)
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Luis Antonio Vidal
Dos horas con
Manlio Fabio
“Nada está completo en la vida si no hay un Judas
que te traicione y un Pedro que te niegue”, reflexiona Manlio Fabio Beltrones.
Dirige la mirada a su derecha, donde sentado lo
escucha Roberto Madrazo, en quien busca
complicidad: “siempre los hay… verdad compadre”.
Miércoles 23 de septiembre. Periodistas
tabasqueños integrantes de la Mesa “Rodolfo González Maza” conversan con el
dirigente nacional del PRI en la sala de juntas del Comité Ejecutivo Nacional, sí,
ahí en Insurgentes Norte número 59, en el piso dos del legendario edificio
Adolfo López Mateos en la delegación Cuauhtémoc, del DF.
Es el corazón de las decisiones del partido en el
poder presidencial, epicentro de los movimientos priístas de la República.
Reunidos también Ady García, ex diputada federal; Jesús Anaya, vocero del líder nacional; y –¡cataplum!- Roberto Madrazo, ex gobernador de
Tabasco.
Corbata en color rojo, camisa azul cielo,
mancuernillas doradas y un fistol con la bandera nacional en la solapa
izquierda de su traje azul marino, Manlio
Fabio se declara listo para hacer política con los periodistas.
Durante dos horas, su acento norteño adereza la plática
con anécdotas, reflexiones, propuestas, recuerdos. Igual recurre a la
palabrería, a la retórica, al mensaje cifrado. Es amo de su prudencia.
Madrazo,
Núñez…
Dos minutos antes de la una de la tarde, se abre
la puerta que conduce del despacho privado del Presidente del CEN a la sala de
juntas. Aparece Manlio Fabio,
sonrisa abierta, rostro apacible.
Ve a Madrazo y antes de abrazarlo con indiscutible
aprecio le suelta con efusividad: ¿Cómo estás compadrito?
La charla transcurre en un ambiente de
camaradería.
El sonorense no habla de más, es político curtido.
Comparte opiniones y pone muy personales ejemplos de política que, entienden
los periodistas, deben quedar en el terreno de lo confidencial.
Pero no tiene límites en expresar su afecto a
Madrazo.
Es mi compadre -reitera cada vez que puede- y
evoca tiempos de juventud, de luchas compartidas por el poder, de gratitud, de mutua
lealtad.
Tampoco escatima adjetivos cuando se refiere a Arturo Núñez. Prodiga elogios hacia su
compañero de escuela política bajo la tutela de Fernando Gutiérrez Barrios.
En su recurrente ironía, Manlio razona en voz
alta: “hay cosas en las que mi compadre y yo no coincidimos; y nuestra opinión sobre
Arturo es una de ellas”.
Juicioso, descarta servir como vínculo de reconciliación entre ambos
tabasqueños o tomar la iniciativa para organizar una reunión de café donde diriman
sus diferencias:
“Para empezar porque ninguno de los dos me lo ha
pedido; y porque en mi pueblo –recuerda- no hay zalamero que no salga
trasquilado”.
Por momentos presume conocer Tabasco con
precisión. Aunque entre ratos desconoce –o finge desconocer- la realidad
política del edén.
Con natural expresión, desaprueba los ataques de Andrés Manuel López Obrador hacia el gobernador Núñez, desollado por el
líder de Morena después de las elecciones de junio.
Es un hombre que no se merece esos ataques -defiende- para después apretar: “Debe
entender Andrés que Morena no es oposición electoral en Tabasco”.
-¿No le tiene miedo a López Obrador?- le
pregunto.
Sorprendido, incómodo, pero sin llegar a
enfadarse, responde:
-Por supuesto que no… miedo, a nadie.
-Electoralmente hablando- corrijo.
-A nadie- remarca.
La mesa y
los caballeros
Una figura decorativa de metal color cobrizo, con
pinceladas ocre, lila, verde y rojizo, adorna la mesa del encuentro.
Son trece caballeros medievales con sus espadas
empuñadas hacia el centro de la mesa del rey Arturo. Es una estampa del
juramento de fidelidad al reino, a la iglesia y a las buenas costumbres.
Habría sido exagerado preguntarle a don Manlio si
existe alguna semejanza entre la legendaria figura de aquel Arturo del Medievo con
su amigo tabasqueño. No hubo tiempo ni oportunidad. Será después.
Apenas treinta y cinco días cumplió como líder de
los príistas. Maneja tiempos, su tiempo, que son los del partido.
No tiene prisa por atender Tabasco pues hay aún
expedientes electorales pendientes de dictaminarse.
Quizá por lo mismo no deshebra con ligereza la
política tabasqueña. Parsimonioso, por momentos divaga sobre teoría política,
eleva el pensamiento, sube, inalcanzable en su literatura y luego aterriza.
Repiensa el significado del poder como
instrumento único para servir a la gente.
“En Tabasco debemos pensar lo que queremos para
los años 2025, 2030 y 2040”, proclama como una fórmula democrática con afanes
de ciudadanización del ejercicio de gobierno.
“Para qué queremos el poder, es lo que debemos
plantearnos”, propone en una especie de modernización ideológica del pensamiento
atribuido a Jesús Reyes Heroles
“primero el proyecto y después los hombres y nombres”.
Va más allá:
“Todos debemos abonar a la unidad y la reconciliación
política en Tabasco, a partir de una convocatoria que debe surgir desde el
poder”. ¡Zas!
Cuando alguien le pregunta sobre Federico Madrazo, ataja a bocajarro:
“¿Qué puedo decir de él? Es mi sobrino… pero más que eso, es un cuadro político
talentoso a quien el PRI no le dio las oportunidades que merecía”.
De Erubiel
Alonso no habla palabra alguna. Vagamente se refiere al PRI estatal, pero
no al dirigente. Es demasiado pequeño para tener espacio en su pensamiento. No
recuerda ni su nombre… menos sus quesos. El silencio lo dice todo.
Sólo desliza un “ya veremos cuando terminen los
juicios electorales… haremos mucha política”.
Chiapasqueño
No lo dice, pero Manlio anhela desbrozar el edén
de prejuicios y rencores porque le une a Tabasco –asegura convencido- un
profundo cariño.
Mi padre –relata- nació en Playas de Catazajá, Chiapas,
y se sentía tabasqueño. Era chiapasqueño. Ahí comenzó mi amor por esa tierra.
En una especie de cumplido, pero sin afeitar de
más a los visitantes, apela a la buena política: “para mí Tabasco es lo más
importante” y de inmediato rectifica “después de Sonora, por supuesto”.
Comparte una anécdota de infancia, arrancada a
golpe de recuerdos por quien esto escribe.
“Mi pasión por la política empezó haciendo
negocios. De niño, leía a mi abuela el periódico, porque padecía glaucoma y me pagaba
20 centavos.
“Cuando asesinaron al presidente John F. Kennedy, compré el periódico y
se lo llevé a la abuela. Esta noticia – le dije- vale un peso”.
Así empezó la pasión por la política de aquel
niño nacido en la colonia Irrigación de la villa Juárez, Sonora y criado en
Ciudad Obregón.
Aquella marioneta
Terminada la conversación de hora y media, don
Manlio – no le gustan los apodos- invita a los periodistas a tomarse la foto en
su despacho, junto a un librero de madera cuya longitud cubre una de las
paredes y donde ha colocado marcos con fotos familiares.
Antes de los flashazos, toma de un estante la
copa fotostática enmarcada de un ejemplar de la revista Time. Es la edición del
8 de diciembre de 1924 dedicada a Plutarco
Elías Calles, con su foto en portada. El periódico lo calificó de marioneta.
Con la mirada, Manlio busca de nuevo a su
compadre Madrazo y le enseña el cuadro con la portada histórica: “Mira
compadre…. decían que era una marioneta y creó un país de instituciones”.
Faltó decir: tenía que ser sonorense para hacer
cosas grandes.
A todos nos despide con un apretón de manos, un
abrazo y una promesa “nos vemos en Tabasco”.
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