(31/01/14)
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Luis Antonio Vidal
Raúl: los títulos nunca disfrutados
Como si no tuviera
suficientes problemas el gobernador Arturo
Núñez, su secretario de Gobierno, César
Raúl Ojeda, sopló la brasa en una entrevista de radio para advertir su
interés de renunciar sólo cuando él así lo decida y será por razones familiares.
Y esa revelación,
arrancada sin presiones, soltó la silenciosa jauría de quienes se lamen los
bigotes por llegar a esa posición.
Tal imprudencia no
pudo haber sido de buena fe, al alborotar un hormiguero de manera innecesaria.
Paradójicamente,
mientras el Procurador de Justicia, Fernando
Valenzuela, combate los rumores y chismes en redes sociales por supuesta
desaparición de niños, el titular de la Segob avienta trascendidos y
especulaciones políticas desestabilizadoras del gobierno para el cual trabaja.
Ni cómo ayudarle,
diría él mismo en su cuenta de twitter, evidente arrepentimiento a su
imprudencia.
Encosertado
De los últimos secretarios
de Gobierno en Tabasco, César Raúl es
el más débil. No tiene poder para decidir ni capacidad para conciliar.
Núñez conoce sus alcances y naturaleza, de tal suerte prefiere mantenerlo encosertado,
como lo tuvo durante el 2013.
De 1997 al 2012, Ojeda
montó el caballo al revés: no fue candidato a la presidencia municipal de
Centro por el PRI; perdió tres elecciones como candidato a gobernador por el
PRD, y una para la Senaduría, escaño alcanzado como primera minoría.
Núñez le ha concedido lo
que el pueblo le negó tres veces en las urnas: despachar en Palacio de
Gobierno, aunque como empleado, no como jefe.
Producto de la
negociación política, Raúl aceptó el cargo, sabedor de no gozar de la absoluta
confianza del Ejecutivo. Despacha acotado porque otro funcionario, Amet Ramos, sí cumple ese perfil y
atiende tareas propias de la Segob.
Sin título universitario
Raúl debe mirarse en
su vanidoso espejo para aceptar que hoy por hoy, si bien encosertado, es funcionario
con suerte.
Es el único del gabinete de Núñez sin título
profesional.
Se ostenta como
Licenciado en Ciencias Políticas, pero en realidad no terminó la carrera
universitaria.
Todos en el primer
círculo del gobierno nuñista presumen un título profesional, mínimo de licenciatura.
Todos, excepto Ojeda. Le
dicen licenciado, pero no lo es.
Para algunos pareciera
ser irrelevante, la ley lo permite; pudiera serlo, un título no es garantía de
inteligencia o competencia.
Pero es ilógico que a
los subsecretarios y hasta jefes de departamento se les exija un rango
profesional.
Eso es tener suerte y
habilidad.
Algo le verá Núñez quien,
pese a ello y a ser un perdedor electoral, le encargó el segundo puesto más
importante de la administración, aunque lo maniató como Anthony Hopkins personificando a Hannibal Lecter en el
Silencio de los Inocentes.
En ocasiones, como el
pasado miércoles, Raúl se desata, avienta el bozal y crea conflictos a su jefe.
Son sus conflictos de personalidad. Así es él.
Cuando renuncie al
cargo, como lo prometió, se habrá despedido de la política sin haber alcanzado
su más anhelado sueño: escuchar que la gente le llame gobernador, otro título
que tampoco alcanzará jamás.
En cambio, gozará de
uno más gratificante: volver a ser abuelo.
Y eso no tiene precio.
Mejor aún, es el pretexto perfecto para salir del gabinete antes que lo despida
su patrón.
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