domingo, 9 de febrero de 2014

Nota: La declaración patrimonial que sustenta la veracidad en la afirmación de esta columna se puede consulta en la sección Publicaciones de este mismo blog. 

(10/02/14)
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Luis Antonio Vidal

No fue donación el reloj de Navarrete Prida
“Se trata de un regalo que mi padre me dio tras ganar una elección”.
Así justificó el secretario de Trabajo y Previsión Social del gobierno federal, Jesús Alfonso Navarrete Prida, la propiedad del reloj que le fue robado en un asalto hace 20 días en la plaza Antara de la Ciudad de México.

Hombre discreto, y hasta donde se sabe honesto, Navarrete ha faltado a la verdad.

Sus relojes, declarados ante la Secretaría de la Función Pública en la manifestación patrimonial inicial, fueron adquiridos de contado hace casi 9 años.

De acuerdo a su declaración patrimonial de fecha el 26 de diciembre de 2012, cuya copia obra en poder del redactor, las obras de arte y joyas las compró Navarrete en los años 2005 y 2006.

Particularmente sus relojes los pagó de contado el 31 de diciembre de 2005.

Esta información se puede consultar en la declaración de Navarrete, en el rubro Datos Patrimoniales, categoría de Bienes Muebles considerados como joyas.

Según las primeras estimaciones no oficiales que surgieron después del atraco, la joya tiene un valor cercano a los 300 mil pesos.

El funcionario de primer rango en el gabinete de Enrique Peña Nieto aclaró en su momento que el reloj sólo cuesta siete mil 500 dólares y que lo posee – o poseía- por una donación de su padre.

Falso.

Donación: sólo una casa
En el documento oficial, el funcionario sólo consignó una donación, relacionada con una casa de 230 metros cuadrados, cuya propiedad obtuvo en 1999; el resto de sus bienes, como terrenos, departamentos, casas, autos, joyas y relojes los compró de contado o a crédito. 

También dio a conocer la posesión de siete vehículos, entre ellos un BMW, un Jaguar, un Mercedes Benz, dos Jeep, un Minicooper y una camioneta Chevrolet.

La explicación
No existe, entonces, registro de donación alguna de un reloj al abogado Navarrete.

No lo reveló así él mismo en su declaración patrimonial; por el contrario, confesó –y por escrito- su adquisición de contado.

O se equivocó al presentar su declaración al omitir la donación del reloj; o, por el contrario, incurrió en una simulación en sus recientes declaraciones a la prensa y de paso emboletó a su padre en la atropellada excusa pública.

Aceptar la compra de un reloj, con valor de siete mil o 25 mil dólares, no es delito. Sí lo es, faltar a la verdad en una declaración judicial, si así ocurrió.

Podría considerarse asunto insípido. Todos los días asaltan a miles de mexicanos y a otros tantos los despojan de joyas más valiosas, incluso de la vida.

Este  caso no es irrelevante. Es un funcionario público de primer nivel en el Gobierno de la República y le debe lealtad a una sociedad que aún confía en su jefe Enrique Peña Nieto.

La palabra del funcionario contrasta con su declaración patrimonial.

Advierte esta discrepancia la presencia de una abierta inmoralidad o una dolosa omisión.

¿O la consideramos una lamentable confusión mental por stress?

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