lunes, 17 de febrero de 2014

(17/02/14)
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Luis Antonio Vidal

Veto a Rosalinda
Como la sucesión gubernamental para el año 2018 transita por la presidencia municipal de Centro, a la diputada Rosalinda López ya le empezaron a tender la cama para desbarrancar su aspiración de ser alcaldesa y luego gobernadora.

No es el PRD ni el PRI. La misma clase gobernante trama y ejecuta la celada, tejida con paciencia y fina dureza.

Rosalinda no comparte el proyecto del gobernador Núñez. Eso lo sabemos todos. Tiene fuerza propia y, en paradoja, ello implica su debilidad ante el gobernante.

Brilla sin la luz de Palacio y como la fábula de la luciérnaga, se esmeran en apagar su destello.  
Irreconciliable es la diferencia entre la diputada y el gobernador desde el año 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador prefirió asignar a Núñez la primera posición de la candidatura al Senado por el PRD (no siendo militante) y relegar a la dama a la segunda fórmula, con el abierto riesgo de quedarse en la orilla.

De ahí en adelante no hay comunión. Se tratan, sin entenderse.  

Por ejemplo, Rosalinda no metió el hombro por Núñez en la campaña de la gubernatura contra Jesús Alí.

Le dio igual hacer proselitismo o no. Tenía la diputación amarrada por la vía plurinominal.

El mandatario le recetó un primer agradecimiento -el 31 de diciembre del 2012- al designar a Martha Patricia Jiménez como Secretaria de la Contraloría, posición ganada a pulso por Rosalinda quien había sido nombrada por ANJ como coordinadora de la comisión de entrega-recepción con el gobierno de Granier.

Nunca hubo invitación alguna para incorporarme al gabinete; tampoco habría aceptado, confió la diputada a sus llegados.

López fue traicionada por Jiménez cuando ésta asumió la suplencia a la Senaduría.

Designar a Marta fue, digamos, una afrenta, una burla.

En nada abonó ese desquite al ejercicio de la buena política, sello distintivo en Núñez a su paso por la Secretaría de Gobernación.

Leña al fuego
Las diferencias no se han diluido en la aguas de la buena política. Por el contrario, se esmeran en apagar el fuego con combustible.

Desencuentros van y vienen.  

Otro más. Cuando en septiembre del año pasado, junto a otros diputados perredistas Rosalinda firmó un documento para destituir a Rafael Abner Balboa de la Junta de Coordinación Política, desde la Quinta Grijalva se frenó la maniobra.

¿La razón? Rosalinda encabezaba la rebelión y se inclinaba por Casilda Ruiz. Sólo por ello, vetaron la febril ruptura.

Por el contrario, a finales del 2013, la destitución de Balboa y la designación de Neyda García se cocinó en la Quinta sin el aval de la diputada López.

Si a la ex Senadora se le negó la oportunidad de rechazar un cargo en el gabinete, le negaron la Presidencia de la Junta de Coordinación Política, le regatearon el placer de ver rodar la cabeza de Balboa, ya le aplicaron otra llave china: a la Comisión de la Gobernación y Puntos Constitucionales que ella preside, Neyda ordenó aumentar el número de diputados a quince.
O sea, le atiborraron de bueyes su comisión para maniatarla.

No es asunto de Neyda, convertida en empleada del Poder Ejecutivo, incapaz de tomar decisiones propias, absoluta desconocedora del know-how parlamentario. 

Tampoco es Agustín Silva, cuya estatura política le impide cabildear y dictar línea.

Es orden de arriba.

Acorralada, la diputada emprendió el contraataque, primero de muchos.

Lanzó un mensaje al rascar la herida más reciente: la ilegalidad en el cobro de varios impuestos, incluido el Vehicular Estatal.

Soltó la joven política su metralla al advertir “podría el gobierno devolver dos mil millones de pesos por el indebido cobro de este impuesto”.

Ya hubo respuesta. Pero el dardo cumplió su objetivo.

El camino y la posada
Rosalinda es incómoda para el gobierno surgido de su partido.

Sin dilación, dispuso sus aperos de lucha electoral. Combate el evidente veto para ser alcaldesa de Centro, aspiración expresada sin el menor tapujo.

Es más, hasta le conviene capitalizar ese papel de oposición al gobierno perredista.

Libre de compromisos, aprovechará la inconformidad social de las políticas públicas para embolsarse una gran cantidad de simpatías no atesoradas en el PRI por falta de oficio.

Síntoma de importancia es que el gobierno la encare.

Si le gana la partida al jefe político de su partido, habrá multiplicado su fuerza, ya sea en el PRD o en Morena.

Ya decía Cervantes “el camino es siempre mejor que la posada”.

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