jueves, 13 de febrero de 2014

(14/02/14)
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Luis Antonio Vidal

Pemex y la mordaza de 360 mdp
Un clásico binomio de la política precisa: pueblo bien informado, es pueblo bien gobernado. Quien bien informa, bien gobierna.

Si no se cumple lo primero, no ocurre lo segundo.

En Tabasco se omite la regla.

Falta comunicación para resolver problemas políticos cuyo origen ocasiona conflictos sociales y viceversa. Todos los días brotan como maleza en popal.

El gobierno no previene, reacciona… a veces. No toma decisiones a tiempo; y cuando las toma, se equivoca.

¿Cómo entender que el gobierno se cruce de brazos ante la arrogancia de Pemex con las comunidades afectadas por depredadores incendios y petróleo derramado?

De interesarle el caso, a estas alturas ya habría sentado en una mesa de diálogo a legisladores, afectados y funcionarios de Pemex para lograr acuerdos.

Pero no le importa.

Cuando Pemex ofende, el gobierno calla; cuando contamina, el gobierno solapa; cuando amenaza, el gobierno le hace reverencia.

A los habitantes de Nacajuca y Jalpa de Méndez, semilleros de votos perredistas, sus mismos compañeros de partido -hoy funcionarios de gobierno- les machucaron los dedos con la puerta.

No los pelan.

Sólo un acuerdo inconfesable justificaría la indolencia de los funcionarios locales con los petroleros.

Y ese acuerdo existe.

El maiceo
En 2013, el gobierno de Arturo Núñez recibió donaciones de Pemex por una suma superior a los 360 millones de pesos.

Comparto un dato de primera mano, oficial y revelador, disponible en la Unidad de Transparencia de PEP.

La Gerencia de Desarrollo Social de Pemex confirmó que a Tabasco se le entregaron donativos y donaciones durante 2013 por un monto de 361 millones 406 mil 217 pesos.

De esta cantidad, 100 millones se dieron ¡en efectivo! para apoyar –dijeron- la realización de proyectos de desarrollo social sustentable, sustentabilidad ambiental, de desarrollo e infraestructura social, protección ambiental y proyectos productivos, para contribuir a elevar la calidad de vida de la población asentada en los municipios con actividad petrolera.

Además, se recibieron diez mil 900 toneladas de asfalto AC-20, ocho millones 562 mil 800 litros de gasolina Magna; y seis millones 739 mil 200 litros de diesel “para la realización de obras de bacheo, reencarpetado, rehabilitación y/o construcción de caminos y vialidades de la red carretera estatal y municipal, así como la operación vehicular y maquinaria de las dependencias estatales, de los sectores productivo y social, asistencial y municipios”.

Así lo delata PEP.

Sólo migajas
¿Cómo, dónde y cuándo se aplicaron toooodos estos recursos donados al gobierno de Tabasco en 2013?

No se sabe. Con los polvos mágicos, nada por aquí, nada por allá. Desaparecieron. O por lo menos, no se ha dado a conocer  –y regresamos a la falta de información- cómo se ejercieron.

Es mucho dinero para no hacer nada en las comunidades.

Y es poco en comparación con la riqueza extraída de subsuelo tabasqueño.

Vaya, este dinero es una absurda migaja, en contraste con los 50 mil millones de pesos que presume José Luis Fong se invertirán en Tabasco en el 2014.

Algo así como el 0.72 por ciento de esa inversión total.

De ese tamaño debería ser el compromiso de Tabasco con Pemex: de menos del uno por ciento.

Por este mendrugo, el gobierno local ha callado y evita no abanderar la justa causa de los indígenas.

¿Engorilar a Emilio Lozoya y sus mastines? ¡Ni lo mande Dios! Sólo por un tiempo este gobierno guardará la navaja de afeitar. Luego volverán a aplaudirle y llamarle “aliado y socio”.

Son acuerdos de alto nivel, de maletas de dinero. Mientras, en las mojoneras de Nacajuca, se padece hambre.

Si Pemex se quiere ir de Tabasco, que se vaya, que se lleve sus fierros viejos, su contaminación y la insana cultura de la reclamación provocada por ellos, por sus componendas millonarias.

Que se vaya y se lleve a sus achichincles.

Peor no podemos estar.

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