(13/01/14)
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Luis Antonio Vidal
No vuelvo a dar la cara
Cuando la madre reprende al hijo con un “no vuelvo
a dar la cara por ti”, es porque decidió no seguir solapándole tantas travesuras
sin castigo. Está harta.
Antes de esa intimidación, el retoño ha abusado del
amor maternal y gozado de un tiempo de gracia… hasta que llegó el lapidario “no
vuelvo a dar la cara por ti”, franca amenaza de la madre que ya no está
dispuesta a salir de alcahueta con vecinos y maestros a responder por las
diabluras del granuja.
El pasado jueves en reunión de gabinete el
gobernador Arturo Núñez le recetó a
sus funcionarios esa misma frase, de tierna inspiración. Se entendió el
reproche como el desahogo a su personal decepción, efluvios de desilusión.
Amigos y recomendados no han comprendido que la
complacencia y tolerancia podrían tener un límite en el corazón del perredista.
Sin necesidad alguna, Núñez esperó un año para sentenciar
a su equipo, porque no existe regla alguna de la administración pública donde
imponga o sugiera agotar ese tiempo para reprender a los funcionarios y apercibirles
lo que ya saben: que deben ser responsables, eficientes y honrados, so pena de
ser corridos.
Pareció un llamado de atención cuando también les
recordó “si hay evidentemente un mal manejo y no se logran solventar en las
observaciones a la hora del plazo legal tendremos que tomar la sanción adecuada
al problema”.
Es confesión de una íntima convicción: las
medidas punitivas obligadas por la ley se guardaron en el escritorio, por
amistad y por tolerancia a la curva de aprendizaje. Esta vez no habrá, quiso
decirles, la aplicación de la máxima juarista de los amigos justicia y gracia, como
sucedió en el 2013.
Indulto y
borrón
Al anunciar que en el 2014 auditoría internas
como método de prevención y corrección, Núñez sólo se refirió a la normatividad
vigente; pero más allá de esa advertencia, se esperaba una posición de
intolerancia a la deshonestidad que según la vox populi se practicó en el
primer año de este gobierno.
No dijo, empero, que con especial esmero se
auditará el ejercicio fiscal 2013 en todas las dependencias, y que en aquellas
donde se detecte falta de honradez, se aplicará la ley, sea quien sea.
Aconsejar a los funcionarios que se abstengan
de meter mano al presupuesto 2014 para beneficio propio, a como quizá lo
hicieron en el 2013, es un indulto, un borrón y cuenta nueva.
Eso sí, un real acto de honestidad del ex
priísta fue aceptar explícitamente que hubo subejercicios en el primer año.
Sólo que no se aceptó que esos subejercicios
derivaron en la no ejecución de programas sociales que, a su vez, afectaron a
los únicos afectados: los ciudadanos. Si algún Secretario no ejerció el dinero,
no lo despidieron; pero sí perjudicó a la gente que como siempre pagó las consecuencias
del subejercicio.
Destroza,
hijo mío
Así que la reunión del gabinete nuñista se
caracterizó por un “no vuelvo a dar la cara por ti” y un par de condonaciones
al deficiente ejercicio público de muchos empleados de primera y segunda.
Quizá la reconsideración in pectore de don Arturo sea real y renunciará al primero que no
cumpla, aunque sea amigo de generación. Eso está por verse.
Ojalá esta historia no repita la trama de “La
Guaja”, conmovedor poema del español Vicente
Neira, donde una madre reprende a su hijo con mil reclamos, lo sentencia a ponerse
a trabajar, a desquitar el pan que come. Le enjareta una retahíla de airadas advertencias.
Todo sucede por la noche.
Al amanecer la madre se arrepiente de todo lo recriminado,
para tiernamente decirle al oído: “no fuera quien soy ni tuviera entrañas;
juega, brinca, destroza hijo mío, tu madre lo gana…”.
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