miércoles, 22 de enero de 2014

(22/01/14)
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Luis Antonio Vidal

Los Rolex de Audomaro Vallejo
Les gustan los Rolex (tiene dos). Los brillantes, zafiros y esmeraldas.
Disfruta sus caballos árabes, aztecas y hanoverianos. También finas pinturas al oleo y los bienes raíces.

Fue ascendido a General de Brigada del Estado Mayor en 2001 y en su último cargo en la Secretaría de la Defensa Nacional se desempeñó como Director General de Transportes Militares.

Es Audomaro Martínez Zapata, Secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Arturo Núñez. Hombre ligado a Andrés Manuel López Obrador, pero cobró en el gobierno de Felipe Calderón en la SEDENA hasta el año 2011.

Llegó a Tabasco presumiendo blasones militares a principios de 2013 y a un año de su gestión, la delincuencia lo rebasó por la derecha, por la izquierda y por todos lados.

Quienes lo conocen, aseguran: el militar está cómodo en su puesto.

Y es verdad. No le mueven el tapete tan fácil. Elementos de su corporación se manifiestan en las calles a cada rato, y él, sin azoro alguno, se cruza de brazos. Háganle como quieran.

Fracaso y silencio
Guardó silencio ante el escándalo de policías detenidos en Huimanguillo por presunta participación en actividades ilícitas.

Aún cuando los agentes pertenecen a la policía municipal y dependen del alcalde, como jefe de la policía tabasqueña debió explicar los controles de confianza aplicados a los uniformados y defender –porque ese es su trabajo- a la policía honesta, si la hay, y deslindarla de oscuras alianzas.

Al Procurador de Justicia, Fernando Valenzuela, le tocó bailar con la más fea… otra vez.
¿Y el General? En su laberinto de 16 de septiembre.

Tampoco asomó la cabeza en el caso Bryan, desaparecido y luego encontrado muerto. Al tratarse de una derrota para las corporaciones policiacas, Audomaro también se escondió. Ni una información, ni una palabra… nada.

Otro fracaso, otro silencio.

La historia cambió tras el enfrentamiento en Huimanguillo suscitado entre un grupo de delincuentes y policías (ya no sabemos si son buenos o malos). Por unos minutos, La Venta se convirtió en un michoacancito.

El secretario de Seguridad Pública rompió el silencio y, ¡oh sorprais!, calificó de exitoso el operativo.

Así como el cazador levanta la cabeza de su presa, Audomaro presumió lo que debería dar vergüenza: mataron a cinco delincuentes quienes, de estar vivos, hoy estarían aportando valiosa información a la policía para capturar a más bandas.

Ni inteligencia militar ni táctica policiaca. Ajusticiados y punto, a lo bestia.

Audomaro y Fausto: del mismo pie
Cárdenas, Huimanguillo y Cunduacán se convirtieron en zona sin ley, donde la policía da un golpe y recibe diez.

No puede Audomaro. Atribuye a la ‘percepción de la gente’ el incremento de los índices delictivos. Claro, si en la comodidad de sus oficinas, contempla su Rolex, esperando la hora de salir a comer.

El gobierno de Enrique Peña ya puso el ejemplo cuando algo no funciona.

Hizo a un lado al gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, por su incompetencia para disolver las autodefensas y combatir al crimen organizado. Designó a Alfredo Castillo como Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de aquella entidad.

Guardando las debidas proporciones, el gobernador Núñez, al igual que Peña, no puede remover a Audomaro.

A Vallejo lo puso el pueblo; al general Martínez, una recomendación del jefe del gobernador. Y una recomendación así, es una orden.

Al ser inamovible el General “Audomaro Vallejo”, debe cambiarse la fórmula y designar a un Comisionado para sacar las castañas del fuego, no sólo en la Chontalpa, también en todo el Estado.

Y el General que siga con sus relojes, sus caballos y sus ranchos.

Al fin, el pueblo se los mantiene.

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