lunes, 27 de enero de 2014


(27/01/14)
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Luis Antonio Vidal

La cosecha de Erubiel
Quizá por la zozobra sufrida en Villahermosa por el recurrente extravío de niños, los secuestros, el escándalo del policía muerto en manos de la PGJ y el debate por el incumplimiento gubernamental de eliminar el impuesto vehicular, lo menos importante sea el conflicto entre diputados priístas.

Interesa en menor medida, porque forma parte de la agenda política, mas no por ser un interés superior de Estado. Ah, y porque ese partido reza por regresar al poder en 2019, con cargo a los disparates del cambio verdadero.

Mientras el estado se convulsiona en una lacerante descomposición social, el PRI se enloda en diferencias que su recién electo Presidente estatal, Erubiel Alonso, debería resolver con un chasquido.

En vez de eso, las alienta y multiplica.

El dirigente tiene un problema, mejor dicho, uno de muchos: su adicción a prometer y no cumplir; o a mentir con facilidad. Es la viva imagen de ese PRI demagógico que los priístas ya no querían volver a ver.
Como precandidato a la dirigencia, juró no solicitaría licencia a la diputación local. Faltó a su palabra y se ausentó del Congreso, en aras –dijo- de ofrecer piso parejo en la contienda. 

Ya en plena euforia de campaña contra Evaristo Hernández, Erubiel se comprometió a ser dirigente de tiempo completo y dedicar ¡25 horas del día al partido! Se entiende la metáfora, absurda, sólo por el nerviosismo de la batalla.

Regresó a la diputación local y ahí empezaron sus colegas legisladores a conocer su verdadero rostro.

A huevazos
Esta ‘cualidad’ de Erubiel, de faltar a su palabra, es un boomerang que se regresa para causar daño a su partido, a su dirigencia y a él mismo.

Hoy, tiene en serios conflictos a los diputados integrantes de la fracción parlamentaria del PRI.
La mayoría, de los poquitos que son, había decidido cambiar coordinador para designar a Mayté Dagdug.

En un abracadabra, patas de cabras, Erubiel le dio vuelta a la tortilla y le devolvió a Rodrigo Marín ese cargo, con el apoyo de Mirella Zapata, quien -se dice- recibió muchos pesos para el revire.

A Erubiel, sus compañeros diputados lo están recibiendo a huevazos de precarnaval, porque no cumple los acuerdos ni respeta la decisión de la mayoría.

Comprar el voto de Mirella, sea con dinero o con promesas, es un falta de respeto a los priístas con quienes comparte curul.

O peor aún, hacerlo con el apoyo del gobierno perredista, a través de la Secretaría de Gobierno.

Evitar con argucias que la fracción ejerza su democracia interna y elija sin presiones a su coordinador, es autoritarismo silvestre.  

De tal magnitud es el pleito, que hasta Cesar Camacho envió a un emisario para solucionar el conflicto.

Si el CEN debe resolver los problemas a Erubiel, entonces mejor que designe a un delegado permanente.

Globo de gas
Pero bien se lo tienen ganado los priístas por andarle dando alas al alacrán.
Hasta el año 2012, Erubiel era nadie en su tierra.

De rebote le quitaron la candidatura a diputación local a Jorge Suárez Vela para dársela a Erubiel, recomendado por el prófugo de la justicia José Ramón Díaz Uribe.

También del cielo le cayó la coordinación legislativa –acuerdo entre Jesús Alí y Arturo Núñez-; y de repente, en unos cuantos meses, lo vimos ya como aspirante a presidente estatal del PRI.

Para la contienda interna, el mismo Alí lo mandó a inflar para tener pieza de negociación en la disputa por el Comité Estatal.

Grillaron a Guillermo Narváez los del grupo antinemista y lo bajaron del caballo. A Evaristo con su estilo bravucón nunca lo dejarían pasar; y por descarte, por suerte divina, el CEN se decidió por el más novato, pero tan ladino como Evaristo.

Ya empezaron a darse cuenta los priístas y el mismo Alí de qué tamaño es el error cometido al inflar ese globo de gas que hoy empieza a cosechar lo sembrado: división e ingratitud.


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